Jesús sana a un ciego de nacimiento
Este es el único milagro relatado en los evangelios donde se nos dice que la discapacidad era de nacimiento. Al pasar al lado de este hombre ciego los discípulos le preguntan: ¿quién pecó, él o sus padres?, pues tenían en ese tiempo la idea extraña entre los judíos de que la enfermedad de una persona podía deberse a un pecado que hubiera cometido antes de nacer, y la otra razón era atribuible a un factor hereditario, donde los padres de alguna forma eran los culpables. (Ex.20:5).
Pero ninguna de estas razones era correcta; este hombre había nacido con una discapacidad para que la obra de Dios fuera manifestada en él. No debemos caer en el error de culpar a Dios por todas las desgracias de la humanidad, la culpa radica en el pecado heredado y en la maldad del ser humano; y la solución para ello la encontramos en Jesús; mientras Él estuviera presente entre ellos, podían acceder directamente a la luz del mundo.
En el pasado, el nacer con algún tipo de deformidad era prácticamente una sentencia a mendigar toda su vida, es por ello que el cambio que experimentó este hombre fue tan dramático para él, también todos nosotros tenemos una condición que nos acompaña desde que nacemos, se llama: pecado y la solución sigue siendo la misma con el resultado tan dramático como el que experimentó esta persona que había nacido ciega. La solución es creer que Jesús pagó el precio de muerte que pesa sobre el ser humano a causa del pecado y que al resucitar le quitó a la muerte su aguijón, ofreciéndonos vida eterna por medio de Él.
El que sigue ofreciendo gratuitamente la solución para tu problema con el pecado se llama: Jesús.
Da gracias a Dios por todas las cosas que comúnmente damos por obtenidas: el alimento, el trabajo, la familia, amigos, el funcionamiento normal de tu cuerpo, y muchas más.