Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. Juan 19:21-22
Como Dios, Él ha creado todas las cosas (Juan 1:1-3) y como Dios Él ha venido a redimir a todos, a traer la plenitud del perdón divino.
La misión de Jesús concluyó y de la misma manera en que fue enviado por el Padre al mundo (Juan 3:16), ahora Él envía a sus discípulos (v. 21) a ir por todo el mundo y predicar el Evangelio (Marcos 16:15). Pero para poder realizar tal misión, Cristo les da al Espíritu Santo (v.22), al Consolador, de quien Jesús habló anteriormente diciendo que Él sería quien convencería al mundo de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:8).
Así como aquella noche los discípulos fueron comisionados, así nosotros lo somos para que a todos llegue ese mensaje divino, pero no con nuestro propio poder, porque el Espíritu Santo es la Persona y el Poder a través de quien se recibe ayuda y habilidad para compartir el Evangelio con otros; por lo tanto hermanos, sabiendo que el Espíritu Santo no es una experiencia, sino que es recibido y que mora en nosotros (Romanos 8:9), debemos tener la paz, la confianza y obediencia al momento de llevar a cabo la Gran Comisión (Mateo 28:19-20) porque Él Señor está con nosotros.