Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume. Juan 2:17.
Con justa razón, el Señor Jesucristo reaccionó de esta manera por la poca reverencia que había, y es que no se molestó por lo que vendían, sino por el lugar en donde lo hacían. La perversión de los hombres llegaba a tal punto de irreverenciar la casa de Dios de esta forma. Esto nos lleva a meditar en nuestra adoración en la casa de Dios en la actualidad, pues así como el Señor en el Salmo 69:9, debemos tener celo por la pureza de la adoración; como pueblo de Dios, una adoración reverente, regulada por la Santa Palabra de Dios es esencial, pues Él mismo conoce nuestro corazón al momento de realizarlo (Juan 2:24-25).
Así que hermanos, no perdamos de vista que hoy nosotros somos el templo de Dios (1Corintios 6:19).