"Y salió Jesús llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!"
Juan 19:5
Que escena tan triste debió haber sido aquella, el Hijo de Dios malherido, burlado y siendo juzgado por un pueblo que deseaba verle morir; a los suyos vino, y los suyos no le recibieron (Juan 1:11).
Tanto era el odio que le tenían que muchos gritaron: ¡fuera, fuera, crucifícale! (V.15). ¿Y por qué? Porque él hablaba la verdad, ¡Él mismo era y es la verdad! (Juan 14:6), y eso a ellos les desagradaba.
Hermanos, en este mundo nosotros también seremos odiados; cuando noten que somos extranjeros (Hebreos 11:13), Jesús es el mejor ejemplo de ello, tal vez muchos van a querer callar nuestra boca, el odio de otros pudiera llevarlos a desearnos la muerte; de todos estos padecimientos habló el Señor en su Palabra; pero también nos ha dicho que confiemos, pues él ha vencido al mundo (Juan 16:33).
Por lo tanto, actuemos también como Él en esos momentos, con mansedumbre y obediencia (Filipenses 2:8), sabiendo que no somos de este mundo, y que nuestro galardón es grande en los cielos (Mateo 5:12).