Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?
Juan 18:11.
Cristo se encaminaba a su propósito divino hasta ser cumplido, pese a los obstáculos y sufrimientos que debía pasar, no escatimó su vida. Recordemos una vez más: "... El buen pastor su vida da por las ovejas" (Juan 10:11).
¿Acaso el Señor Jesús no pudo haberse defendido ante el ataque de sus enemigos? Por supuesto que sí, pues, ni siquiera pudieron mantenerse de pie al momento de presentarse ante ellos (v.6) respondiéndoles: "Yo soy" (v.5, Éxodo 3:14). Pero Jesús tenía claro el propósito de su muerte, Su Padre lo había enviado con una misión, y el plan debía continuar. Pedro aún no entendía esto, y Jesús lo reta (v.11), sabiendo que Pedro trataba de pelear una guerra equivocada, con el enemigo equivocado, usando el arma equivocada.
Así como Jesús, nosotros debemos ser firmes en el propósito por el cual el Señor nos ha enviado, dispuestos a beber la copa que nos ha de mandar (1 Pedro 4:16), sabiendo que nuestra lucha no es contra sangre y carne (Efesios 6:12), teniendo la certeza de que como el Padre estuvo con el Hijo, así estará con nosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28:20).