Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os lo he dado a conocer. Juan 15:15
En esta ocasión, Cristo presenta a sus discípulos con un nuevo calificativo: “amigos”. Al escuchar esto, enseguida podemos pensar en el hermoso significado de la amistad para nosotros, o incluso a recordar a nuestros amigos y alegrarnos porque Jesús nos ha llamado "amigo". Pero, definitivamente no deberíamos igualar la amistad terrenal con la amistad que Cristo nos ofrece, pues traería consecuencias graves a nuestra vida espiritual.
Jesús deja en claro las condiciones de su amistad al decir que seremos amigos suyos si le obedecemos (v.14) además, hace la comparación entre siervo-señor y amigo pues, este último, implica mayor intimidad y amor al revelarnos las cosas del Padre (v.15), pero esta nueva condición de relación con Jesús no es más ligera, ni tampoco más "libre" porque Él sigue teniendo señorío sobre su rebaño (Juan 10:14). Otra diferencia es que, muchas veces, una amistad terrenal se vuelve nuestro cómplice de pecados, mientras que ser amigos de Cristo implica que Él no dejará que vivamos en pecados (Gálatas 5:19-21) siendo amigos del mundo (Santiago 4:4), pues Él nos corrige, disciplina y nos guía al continuo arrepentimiento.
Deleitémonos pues, en la amistad que Cristo nos ofrece, gozándonos en su Palabra y sus mandamientos.