16 May

“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.”
San Juan 12: 25-26


El tiempo estaba cerca, el Señor Jesús sabía que había llegado la hora (v. 23) y que era necesario morir, Él mismo enseñaba que era necesario morir para llevar fruto (v. 24)– tú y yo necesitamos morir –, Él sabia que era necesario morir, y aun cuando su alma se encontraba turbada, (v.27) reconocía que ese era el motivo por el que había venido al mundo (v.27) y en ello dar la gloria al Padre. El juicio del mundo había llegado, el príncipe del mundo sería echado fuera (v. 31), Jesús moriría, pero tal como había sido profetizado, resucitó (Isaías 53:10), ¡venció, triunfó!.
Así como Jesús murió por nosotros, nosotros debemos morir al “yo”, y que sea Cristo el que viva en nosotros (Gálatas 2:20), morir a nuestros deseos, aborreciendo la vida que este mundo ofrece, sirviendo y siguiendo a Cristo, y como Jesús dijo para los que lo hicieran “y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor”.

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