La entrada triunfal en Jerusalén
En sus últimos días sobre la tierra Jesús entró a Jerusalén montado en un asno sobre una alfombra de mantos y ramas de palmera, entre una multitud que lo aclamaba como su Rey.Para anunciar que en verdad era el Mesías, Jesús cumplía una profecía más (v. 14) en un momento en el que todo el pueblo de Israel estaba reunido en Jerusalén, un lugar donde enormes multitudes le verían y una forma de proclamar su misión que resultase inconfundible.La gente que alababa a Dios por darles un Rey tenía una idea errónea en cuanto a Jesús. Muchos de ellos estaban seguros de que este sería un líder nacional que restauraría su nación a su antigua gloria (Lucas 24:21), y por eso permanecieron sordos a las palabras de sus profetas (Lucas 24:25-27) y ciegos a la verdadera misión de Jesús. Cuando se hizo evidente que Jesús no satisfaría estas esperanzas, lo abandonaron.
Jesús fue y es un Rey como ningún otro. Él era dócil y humilde (Mt. 11:29); en vez de derrotar a sus enemigos por la fuerza, los conquistó con su muerte (Ef. 1:19-22; Col. 2:15). Pero aunque lo rechazaron y lo despreciaron en su primera venida (Is. 53:3), Jesucristo regresará un día como el gran conquistador, Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 19:11-16), hará añicos a sus enemigos y los destruirá con un juicio final feroz (Sal. 2:9; Ap. 19:15). Tal como cumplió perfectamente todas las profecías del Antiguo Testamento acerca de su primera venida, así también vendrá de nuevo de la manera en que las Escrituras lo predicen.