08 May

Una vez más, la incredulidad de los judíos salía a flote, pues, viendo las obras que hacía nuestro Señor Jesucristo no le creían. Jesús dio respuesta del por qué no le creían, y esto era porque no eran sus ovejas (v. 26). 

Jesús dijo: "Yo y el Padre uno somos" (v 30). El Padre era en el Hijo, de modo que por el poder divino, Aquél hizo milagros; el Hijo era en el Padre, de modo que conocía sus pensamientos (v. 37, 38). Una vez dicho ésto procuraron prenderle, pero Él escapó, no lo hizo por temor a sufrir, sino porque su tiempo no había llegado (Juan 7:33). 

Aquél que podía librarse a sí mismo, también puede librar de sus tentaciones a sus ovejas, y hacerles un camino para que escapen (1 Corintios 10:13). 

Los perseguidores despreciaron y rechazaron a Cristo y su Palabra, pero nunca pudieron ni podrán detener esta poderosa Palabra (2 Timoteo 2:9), "así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié" (Isaías 55:11). Cuando por fe en nuestros corazones conocemos a Cristo (Salmos 40:8), su Palabra nos habla comprobando que Él es el hijo de Dios, el mesías, Hijo de David, el Cordero de Dios (2 Timoteo 3:16).

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO