02 Aug
02Aug

Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro.
Hechos 8:29



Algo que caracteriza el libro de Hechos, es la expansión del evangelio y el impresionante poder del Espíritu Santo dado a la Iglesia. En cada capítulo podemos notar cómo los Apóstoles y discípulos, llenos del Espíritu Santo, hacían grandes prodigios y señales, y anunciaban el evangelio en todas partes.

Este relato, donde Felipe le anuncia el evangelio a un etíope, la obra del Espíritu Santo no es la excepción; si nos detenemos a meditar un momento en esta historia, veremos que el Espíritu Santo dirige las acciones de Felipe (Romanos 8:14), además de brindar las condiciones necesarias para lograr la evangelización del eunuco. Pero también, notemos que para ello había una preparación previa, tanto en ambos corazones como en lo que había de acontecer, porque el eunuco leía precisamente aquel fragmento del profeta Isaías que habla de la muerte sacrificial del Mesías (Isaías 53:7-8) y asimismo, había en él un deseo de entender este pasaje, esta fue la señal dada a Felipe para comenzar a compartirle el evangelio y, el haber encontrado agua en aquel momento para realizar el bautismo, no fue una simple casualidad pues aquel lugar era árido.

Podemos ver entonces, que esta preparación por parte del Espíritu es absolutamente esencial cuando el evangelio es compartido, pues necesitamos que sea Él quien vaya delante de nosotros, prepare el camino, y entonces nos guíe hacia la obra. Por el contrario, compartir el evangelio sin contar con la preparación y guía del Espíritu de Dios, no servirá de nada (Proverbios 3:5-6).

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