Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Hechos 2:16-17
Joel vivió unos 700 años antes de Cristo. Fue un profeta a la nación de Judá. En su libro, Joel habla del “día de Jehová”. Por un lado, anuncia que sería un día de juicio (Joel 2:1-2); pero también habla de la misericordia de Dios (Joel 2:13). Es en ese contexto que Joel predice el derramamiento del Espíritu Santo (Joel 2:28-32), que es el texto que Pedro cita en v.17-21.
Lo primero que debemos notar es que la profecía trata de eventos relacionados con “los postreros días” (v.17). Para los judíos, “los postreros días” marcaban el momento en que Dios iba a intervenir en la historia humana, juzgando a los enemigos de Israel, y trayendo salvación a Su pueblo. Pedro lo relaciona con los eventos que acababan de ocurrir en el aposento alto (“esto es lo dicho por el profeta Joel” (v.16)).
La profecía de Joel menciona tres cosas específicas, que en su conjunto conforman “los postreros días”:
1. El derramamiento del Espíritu Santo (v.17-18). Pedro cita esa profecía para explicar lo que ocurrió en el aposento alto, y así dar respuesta a la pregunta de la multitud, “¿Qué quiere decir esto?” (v.12).
Tanto en el contexto histórico de Joel, como en el cumplimiento de la profecía en el día de Pentecostés, la frase “Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne” (v.17), tenía referencia sólo a los judíos. Serían sus “hijos” e “hijas” (v.17), “jóvenes” y “ancianos” (v.17), y “siervos” y “siervas” que recibirían el Espíritu Santo. Sin embargo, más adelante Lucas va a mostrar cómo esta profecía se cumplió también entre los samaritanos (Hch 8:17) y gentiles (Hch 10:44-47).
2. Señales y Prodigios en la Naturaleza (v.19-20). Estas señales están relacionadas en nuestras mentes con el fin del mundo; sin embargo, para los judíos, representaban no tanto el fin del mundo, sino la intervención de Dios. Tal como ocurrió cuando Dios se manifestó en el monte Sinaí (Éx 19), la presencia de Dios en “los postreros días” tendría un impacto grande sobre el mundo natural.
3. La Salvación de Dios (v.21). En el momento de la intervención de Dios, la promesa del Señor se cumpliría: “todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”. Esa promesa indica que el propósito principal de “los postreros días” es salvación.
Así que aún es tiempo de tomar aquel consejo que leemos en Salmos 95:7,8
(...Si oyereis hoy su voz, no endurescáis vuestro corazón...).