Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.
Hechos 7:60
La multitud volcó su odio sobre Esteban apedreándolo sin piedad. En contraste, el corazón de él estaba lleno de amor por ellos. En medio de las piedras que volaban, Esteban cayó de rodillas, y clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado (v. 60). Como había hecho su amado Señor antes que él (Lucas 23:34), Esteban suplicó el perdón de Dios para sus verdugos. Estaba orando por la salvación de ellos.
Solamente los cristianos podemos amar igual que Esteban, debido a que "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5). Después de terminar su petición, Esteban durmió en paz y en calma. Sin duda alguna, su maestro le dijo: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt. 25:21). Dormir es una hermosa manera de describir la muerte de un creyente; es indolora y temporal, y lo lleva del cansancio, trabajo y conciencia de todos los problemas de la vida a la frescura de un nuevo día (cp. Jn. 11:11, 12; 1 Cor. 15:20, 51; 1 Ts. 4:14; 5:10).
Tanto en vida como en muerte, Esteban fue muy parecido a su Señor. Jesús estaba lleno del Espíritu, e igual sucedió con Esteban. Jesús estaba lleno de gracia, e igual Esteban. Jesús enfrentó con valentía al sistema religioso de su época, así como lo hizo Esteban. Jesús fue condenado por testigos mentirosos, e igual le aconteció a Esteban. Jesús tuvo un juicio falso, así como Esteban. Ambos fueron acusados de blasfemia. Ambos murieron fuera de la ciudad y fueron sepultados por creyentes. Y, según se indicó, ambos oraron por las vidas de sus verdugos.