Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiera a Jerusalén
Hechos 21:4
Estando Pablo en su tercer viaje misionero, llega a Tiro; allí se encuentra con un grupo de discípulos, quienes por medio del Espíritu le decían a Pablo que no subiera a Jerusalén. Es necesario notar que en el versículo 4, el Espíritu Santo no estaba prohibiendo ese viaje, sino que dichos discípulos recibieron cierta revelación de la tribulación por la que pasaría el apóstol Pablo. Por gracia de Dios, el apóstol comprendía y aceptaba las dificultades que conlleva el seguir al Señor, pues él manifiesta en Hechos 20:22-23: "Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones".
Debemos aclarar que, la intención de los hermanos, al poner resistencia a Pablo, era buena, pues no querían que Pablo sufriera; nadie quiere ver a su hermano sufrir, pero en este caso el padecimiento era necesario. Hemos visto al apóstol, tanto enfrentar peligros, como evitarlos (Hechos 20:3); seamos cuidadosos, para que entendamos correctamente la voluntad de Dios.
No todos los hombres nos darán un consejo con buenas intenciones. La invitación es a mantenernos firmes en el Señor, haciendo caso omiso a palabras de hombres, las cuales nos quieran desanimar, o nos presenten al cristianismo como un camino sin dificultades; por el contrario, como está escrito: "…Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hechos 14:22); y al mismo tiempo, recordando que aunque el cuerpo físico sea dañado, confiamos en que nuestra alma está en sus manos, pues la Palabra dice: "Jehová te guardará de todo mal, Él guardará tu alma" (Salmos 121:7).
El Señor les bendiga.