09 Sep
09Sep

Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.

Hechos 20:24


Pablo viajaba a diferentes ciudades, y no sabía qué le acontecería (v. 22); pero, el Espíritu, por todas las ciudades le revelaba que le esperaban prisiones y tribulaciones (v. 23). Con todo esto, él no pensaba que su vida era más valiosa que la misión de llevar el Evangelio, la Palabra de Dios; cuando compartía la Palabra en las diferentes ciudades, él pasaba por muchas pruebas más que difíciles, pero, antes que resguardar su salud, Pablo consideraba más importante servir y obedecer al Señor, con tal de acabar la carrera y el ministerio que recibió (v. 24).

Cuántas veces, hermanos, no hemos estado dispuestos a dar más por el Señor. Nos es difícil sacrificar algo que nos parece precioso o valioso, si tomamos en cuenta que es para el Señor. Incluso llegamos a pensar, por ejemplo, que es más valioso dedicar tiempo a las cosas seculares, y le restamos tiempo a la lectura de la Palabra, la oración, o el servicio en la Iglesia, etc. Hacemos esto porque ocuparemos o malgastaremos el tiempo en otras cosas, pero qué mejor utilizar nuestro tiempo en las cosas de Dios, como dice Efesios 5:16: aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. 

Pablo, en aquellos tiempos, estaba expuesto a morir cada vez que visitaba una ciudad para compartir la Palabra; como aquélla vez en Listra cuando fue apedreado, y pensaron que estaba muerto (Hechos 14:19); pero no estimaba preciosa su vida, pues continuó yendo a las ciudades. 

Hermano, ¿qué es precioso para ti?

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