Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
Hechos 19:6
Al inicio del libro de los Hechos vemos como Dios avala el futuro cumplimiento completo de lo profetizado por Joel: "Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas..." (Joel 2:28).
El espíritu Santo ya había sido enviado, ya estaba con los creyentes desde el día de Pentecostés, pero en esta lectura podemos ver que el apóstol Pablo preguntó: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan (Hechos 19:3). Aquellos discípulos no habían sido bautizados por el Espíritu Santo; sino que, fue hasta ese momento en donde le recibieron.
Entonces, ¿cómo podremos recibir el Espíritu Santo?
En Efesios encontramos: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:13). Después de oír y creer el evangelio, lo consiguiente fue ser sellados con el Espíritu; si has creído, no dudes en que el Espíritu Santo ya ha actuado en tu vida.
El Espíritu vino sobre Jesús, además, es el mismo Jesús quien prometió que enviaría al Espíritu Santo (Juan 15:26). Aquí vemos la perfecta y maravillosa unidad de la trinidad, pues, aquellos que creen en Cristo reciben del Padre al Espíritu Santo (Hechos 5:32).
Ahora bien, ¿cómo somos bautizados por el Espíritu Santo? Cuando somos bautizados en agua, somos sumergidos, pues bien, el bautizo del Espíritu debe ser algo similar, pues debemos dejarnos sumergir, envolvernos por el Espíritu Santo, y comenzar una vida donde Él nos guía hacia la voluntad de Dios (Juan 3:8).