Y después de estar allí algún tiempo, salió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, confirmando a todos los discípulos.
Hechos 18:23
Después de descender a Antioquía (v. 22) y estar allí algún tiempo, Pablo, comienza su tercer viaje misionero. En este viaje, Dios actuó en gran manera a través de Pablo, logrando así que toda Asia oyera la palabra del Señor Jesús (Hechos 19:10), también realizó muchos milagros y, además, la capital de tal región, también era sede del mayor templo dedicado a Diana (diosa griega), lo que permitió a Pablo predicar el Evangelio a mucha gente, la influencia del mensaje de Pablo no fue menor, logrando incluso poner en grave riesgo la adoración a Diana (Hechos 19:26,27).
A pesar de todos los peligros que rodeaban su vida, Pablo crecía y confiaba en el Señor y era guiado por el Espíritu Santo, esto podemos notarlo en las palabras que le dio a los ancianos de la Iglesia de Éfeso: “Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.” (Hechos 20:22-24)
Así como Pablo, nosotros, como extranjeros y peregrinos en esta tierra, prosigamos en la carrera con gozo, no olvidando lo que el Señor nos ha encomendado (Mateo 28:19-20). Tal vez por el momento no realizamos grandes viajes como los del apóstol, pero cada día, en donde quiera que estemos, compartamos y llevemos en alto el nombre de nuestro Señor.