09 Sep
09Sep

Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron.

Hechos 16:40


Cuán hermoso y reconfortante ha sido leer este pasaje Bíblico, Dios estaba obrado en medio del sufrimiento de Pablo y Silas, y después de cumplir sus propósitos, les concedió la libertad. Cuando los alguaciles dijeron al carcelero, que podía dejar ir a Pablo y a Silas (v. 35), Pablo no estuvo de acuerdo, habían sido castigados sin razón y, ¿ahora los echarían a escondidas?, y pidieron que vinieran los magistrados a sacarlos (v. 37). Aún tras haber sido azotados y encarcelados, Pablo y Silas fueron a casa de Lidia para consolar a los hermanos (v. 40).

Lo que comúnmente pensaríamos es que Pablo y Silas, al pasar por sufrimiento, irían a buscar la consolación de los hermanos, pero en este pasaje podemos ver que no fue de esa manera; los que habían pasado por dolor, consolaron a los demás. Pablo y Silas estaban sufriendo por Jesucristo, sabían que: “…os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él” (Filipenses 1:29) , en esos momentos de dolor y opresión no estaban solos, pues Dios estaba con ellos y de Él recibían consuelo y fortaleza, ellos podían consolar por que habían experimentado el consuelo de Dios. 

Así como lo dice la Palabra: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Corintios 1:3-4). 

Así, pues, animémonos los unos a los otros con esa consolación que hemos recibido de Dios. Aun cuando estemos pasando por momentos de tristeza o dolor, recordemos que hay hermanos que necesitan seguir aprendiendo de Dios, y que podemos animarles a través de lo que Dios ha hecho en nosotros por medio de la aflicción.

 “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Romanos 5:1-5).

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