Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.
Hechos 16:25
Cuando la medianoche llegó, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios. Su actitud era notoria ante los otros presos, los cuales los oían, y a la vez recibían un poderoso testimonio de la gracia transformadora de Dios. ¿Cómo podían estos dos misioneros alabar a Dios bajo tales condiciones? Ellos entendían lo que muchas veces olvidamos: “alabar a Dios no depende de las circunstancias”. Pablo escribió a la iglesia en Filipos: “Regocijaos en el Señor siempre…” (Fil. 4:4; 1 Tesalonicenses. 5:16-18).
Los cristianos se regocijan en la gloriosa verdad de que el Dios soberano controla todas las circunstancias de sus vidas. Saben “que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Ro. 8:28).
Cuando llegan los sufrimientos, los creyentes se pueden consolar en la verdad expresada por el apóstol en 1 Pedro 5:10: Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. Igual que Pablo en 2 Corintios 4:16-17 podemos decir: Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. El apóstol añade en 2 Corintios 12:9-10: Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.